El Provincial ha escrito una carta a todos los jesuitas de la provincia, recogiendo algunas impresiones tras la reunión de Loyola del pasado febrero y algunos deseos para este tiempo de cuaresma.
Queridos compañeros:
Los tiempos fuertes litúrgicos son ocasión para poner el énfasis en nuestra relación con Dios desde el deseo de ahondar en ella, pues es lo que nos permite dar calidad a nuestra consagración.
Al empezar la Cuaresma me hago eco de la Asamblea de Jesuitas que celebramos en Loyola hace un par de semanas. Allí pudimos poner en común visiones, deseos, aproximaciones no siempre iguales a temas que nos atrapan por dentro, por ser aspectos que canalizan nuestra expresión y vivencia de jesuitas.
Y lo hago desde la invitación a vivir la debilidad como fuente de experiencia espiritual, tal como os sugerí en los puntos del primer día de la asamblea. Dios mismo se sirvió de nuestra fragilidad, que ofrecimos como oblación para que el Señor la acogiera con agrado. Y ahora, en el momento que vivimos de disminución, el Señor nos regala vivir nuestra misión desde una mayor intemperie; nos invita a acoger nuestra realidad de necesitar a otras personas para llevar adelante juntos la misión o para pasar el relevo de aquello donde llega el momento de irnos. La vivencia de comunidad y sinodalidad es una manera bien bonita de compartir el peso de la misión.
Quizás esta cuaresma podamos, siguiendo la reflexión nacida de esa Asamblea, tratar de poner nombre en clave provincial a nuestras tentaciones, nuestra necesidad de conversión personal y comunitaria, y la llamada de Dios a vivir desde una mayor libertad. Este tiempo de Cuaresma es, entonces, un tiempo para la humilde conversión, tanto individual como cuerpo. Los que allí estuvimos recibimos la invitación de abrirnos con sinceridad y honestidad a la manera como los demás viven su misión. Que podamos recibir la gracia de vivirlo todos nosotros.
Lo que experimentamos en Loyola fue el deseo de vivir la comunión interna como cuerpo, de poder compartir la fe en ese Señor que conduce nuestras vidas y al que queremos entregarnos cada día en pobreza, castidad y obediencia. Y muchos de nosotros lo hacemos ofreciendo nuestros cuerpos desgastados y ya con muchos kilómetros encima. Pero Él se sirve de nosotros como instrumentos de reconciliación. Sintonizar en esta experiencia común de vocación y llamada de Dios fue, si cabe, lo más potente del encuentro, ¿verdad?
Había una cierta expectativa sobre si las distintas sensibilidades existentes en el seno de la Compañía aparecerían. Y creo que se reflejó la pluralidad de visiones que hay sobre distintos temas, lo que nos habla de la necesidad de darnos tiempo para purificar intenciones y buscar la voluntad de Dios y no tanto nuestros esquemas teóricos o ideológicos previos. De este modo, la comunión se expresa en la capacidad de poner palabra (donde y cuando toca) a las distintas vivencias y opiniones. Me surge del corazón pedir para nosotros el ayuno de opiniones destructivas y descalificantes, para que aprendamos a transitar el camino de la profunda discusión y deliberación que nos conduce a un mayor bien. El Señor de la vida nos espera porque Él nos convoca a los pies de la Cruz, desde la confianza en su Última Palabra.
Oramos por el Papa Francisco en este tiempo en el que su enfermedad nos recuerda la presencia amorosa de Dios en los tiempos de reciedumbre y cuando llega la tormenta. En su mensaje de Cuaresma nos invita a caminar juntos en la esperanza. Que esa esperanza que recibimos de Él nos abra a la confianza de estar en sus manos.
Un abrazo fraterno y feliz Cuaresma
Enric Puiggròs SJ
2025 03 25