Con el Adviento celebramos el inicio de un nuevo año litúrgico. El Adviento es tiempo de espera y de esperanza. Durante cuatro semanas nos prepararemos para celebrar el Nacimiento de Jesús.
El evangelio (Lucas 21, 25-28.34-36) nos invita a estar despiertos, expectantes de la llegada del Señor. Jesús nos habla de sucesos catastróficos no para asustarnos, sino para que nos sirva de recordatorio de que nuestra vida es frágil y no podemos bajar la guardia. Eso mismo lo señala Pablo en la segunda lectura (Efesios 1, 3-6.11-12): «para que os presentéis santos e irreprensibles ante Dios».
Porque las promesas de Dios se cumplen (1.ª lectura: Jeremías 33, 14-16).
Así pues, dispongámonos a celebrar el nacimiento de Jesús preparándonos para su encuentro, no con temor ni miedo, sino con mucho amor y alegría. Porque ese niño lo va a cambiar todo, va a poner patas arriba la Ley, a los profetas, el Templo.
¿Seremos capaces de tener bien abiertos los oídos y el corazón para aceptar su Palabra, para digerir con gozo la estupenda Noticia, el Evangelio?