Queridos compañeros, amigos y amigas en el Señor:
Estos días estamos haciendo llegar a comunidades jesuitas y directores de obras una circular que he mandado a la provincia sobre la protección y el cuidado de menores y personas vulnerables. Me gustaría recoger aquí algunas de las afirmaciones que se contienen en dicha circular, para insistir y visibilizar la inquietud que tantos compartimos, y la necesidad de acertar a la hora de afrontar los retos que se nos plantean.
Es imprescindible responder al sufrimiento de las personas que han sido víctimas de distintos tipos de abusos y, consecuentemente, proteger y salvaguardar a quienes servimos en nuestras obras, comunidades y apostolados.
Tanto el papa Francisco como el Padre General nos han recordado recientemente a la Iglesia y a la Compañía de Jesús la necesidad de afrontar estas situaciones con determinación y desde las actitudes del evangelio.
El sufrimiento de las víctimas y nuestra solidaridad con ellas ha de ser nuestra reacción más inmediata.
Hemos de dotarnos de todos los medios e instrumentos a nuestro alcance que posibiliten que nuestras comunidades, obras y ministerios sean espacios seguros y protegidos para todos, especialmente para los menores y las personas vulnerables.
Si no lo hacemos, no seríamos compasivos con las víctimas ni responsables y firmes con los abusadores.
Entre las medidas a las que aludo, y que vendría bien que todos tratásemos de conocer, están varios documentos con orientaciones normativas al buen ejercicio de la misión, y contamos también con la ayuda del Comité de Observancia del Código de Conducta, y desde ahora, con una nueva Comisión de protección y cuidado de menores y personas vulnerables con el objetivo de reflexionar, asesorar y evaluar el camino que recorremos.
Hemos de estar preparados para responder evangélicamente ante las víctimas y evitar que se produzcan conductas que generan dolor.
Antonio España, SJ
6 noviembre 2018