Hace 500 años, Iñigo López del Loyola caía herido en Pamplona en una batalla entre Castilla y Francia por el trono de Navarra. Este descalabro golpeó su vida como le ha ocurrido a tantos heridos de la Historia. Sin embargo, la herida no le llevó al aislamiento depresivo o a repetir sus errores pasados. La herida trasnformó sus patrones vitales y sus expectativas ante una experiencia inesperada y sorprendente. La herida le modificó totalmente y le hizo abrirse a un proceso paulatino de cambio, transformación y superación, precisamente desde el desgarro interior por la vida que quedaba atrás. Misteriosamente, comenzó, paso a paso, a “Ver todas las cosas en Cristo” cuando antes entendía todo desde su anhelo superficial de riquezas, desde imaginaciones imposibles del yo, desde una lucha frenética por la imagen externa y desde el honor personal que exige triunfar y dar la talla.
A toda esta transformación de su mirada, de su ser y de su forma de vivir, la llamamos conversión. Gracias a su proceso, pudo dar luz a los Ejercicios Espirituales, un libro inspirador para tantas personas durante siglos. Gracias a su tosca narración autobiográfica o a un pedazo de su diario espiritual, nos hicimos presentes a la lentitud de los cambios en el ser humano, a las agitaciones interiores que nos modelan por dentro y nos llevan a decidir hacia un destino, hacia una misión y hacia un horizonte de servicio y plenitud. Gracias a su recorrido, encontramos una sabiduría sobre cómo tomar en peso la propia vida y decidir de forma cabal y profunda mirando a Dios, mirando al mundo y mirando a uno mismo.
Todo esto se inicia entre mayo de 1521 y febrero de 1523, pero se prolongará hasta su muerte en 1556. Por tanto, lo que comenzamos a celebrar en los próximos días es la memoria, no de su nacimiento ni su muerte, sino su conversión.
Esta transformación espiritual profunda podemos anclarla en grandes hitos para hoy:
• Una herida curada: La vulnerabilidad se está abriendo paso en nuestra sociedad y aparece más fuerte en el contexto de la pandemia: no solo nos toca aceptar la fragilidad, sino trabajar desde ella, porque ahí se transparenta de modo más eficaz la profundidad humana y la gracia de Dios. Y no se queda uno herido para siempre: hay curación, hay sanación, hay perdón más allá de uno mismo.
• Un camino espiritual: Ignacio emerge, en silencio y quietud, como maestro de un sendero espiritual en quien nos podemos ver reflejados y estimulados para recorrer nuestro propia senda. Es un modelo actual que mira a los sentimientos y es lúcido ante los posibles engaños de dentro y de fuera. Estar y vivir en ese silencio espiritual es un desafío que nos puede ayudar a crecer en la fe cristiana.
• Una experiencia integral: Se da una conversión que le lleva a florecer y a sacar lo mejor de sí. Es un momento fundante, que desde la felicidad plena orienta integralmente la vida al Dios de Jesucristo, hacia uno mismo y hacia el prójimo, en la ribera del Cardoner. Tras los Ejercicios que podemos volver a hacer, se produce una unificación personal, por encima de la fragmentación del yo o la sensación de un yo líquido, sin forma como el que podemos vivir en la actualidad.
• Un ser abierto: El itinerario personal de Ignacio, a medida que va madurando, se torna en comunitario, lleno de ventanas a otras personas. Ignacio transita entre la perfección propia y la ayuda a las “ánimas”, es decir, al prójimo, a los más necesitados, a los «rudos e ignorantes”; entre la vocación y la con-vocación; entre encontrarse plenamente para encontrar a otros más profundamente; entre vivir centrado y vivir descentrado para amar y servir más en el mundo y con la Iglesia.
Los Aniversarios nos pueden ayudar a entrar en la dinámica de conversión de “Ver todas las cosas en Cristo”: afrontando las heridas para curarlas, haciendo un camino espiritual profundo, integrando la diversidad de la propia vida y la de otros y abriéndose a un mundo en cambio como el actual. Ojalá podamos contribuir humildemente a ello, como seglares, como consagrados, como sacerdotes o como jesuitas.
Antonio J. España, SJ
2021 05 21