En una reflexión muy interesante de la página web de la Compañía, www.pastoralsj.org, nos aparece un texto que nos invita a vivir la Semana Santa desde los rostros del crucificado y de las situaciones y personas crucificadas de nuestras vidas y de las de nuestro mundo; con su cara y su cruz.
Nuestra vida tiene su cara: la alegría verdadera, la paz del corazón, el amor y la amistad sinceras… Pero también tiene su cruz: esa entrega dolorosa, el intento de comprender lo incomprensible, esta enfermedad sobrevenida, el no resignarme ante esos cambios posibles que me hacen mejor persona… Y también en la vida de nuestro mundo encontramos su cara: los acuerdos que favorecen la paz, las vacunas del covid que darán más tranquilidad especialmente a los más vulnerables, los compromisos de personas y grupos que favorecen un mundo más justo y fraterno…; junto con su cruz y sus crucificados: los que se han quedado sin trabajo, los enfermos, las personas que han sufrido rupturas (las hay de tantos tipos…), la desigualdad…
Y en el centro, la cruz de Jesús, que sostiene esa cara y esa cruz de las personas y de nuestro mundo, en su misterio pascual (paso de la muerte a la vida).
A medida que se acercan los días de Semana Santa, algo dentro de nosotros nos conduce a acercarnos a Jesús. Nos resuenan sus palabras: “…cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí” (Jn 12,32). Estos días se nos invita a acompañar a Jesús. Como comunidad cristiana que se encuentra en torno al Amigo que sufre, a nuestro Dios, que, en Jesús, “…me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20). Como nos indica el Concilio Vaticano II: “La Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el Misterio Pascual, leyendo lo que se refiere a él en toda la Escritura y celebrando la Eucaristía, en la cual se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de su muerte” (SC 6).
En el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, descubrimos el sentido más grande de la caridad (amor). El Papa Francisco, en su mensaje para la cuaresma, nos indicaba: “La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad”.
Misterio pascual, misterio que envuelve la cara y la cruz de la vida y es que, en cada cruz, ¡hay tantas caras, tantos rostros que se salvan!…
A toda la gran familia ignaciana de nuestra Plataforma de Asturias, os deseo, junto con mis compañeros jesuitas, unos días de merecido descanso, con tiempo también para acompañar a Jesús, en su misterio pascual.
¡Feliz Pascua!