Comenzamos el Adviento, que es un tiempo de Dios, pues nos preparamos para acoger el Nacimiento de Jesús, el Dios-con-Nosotros. Y ese tiempo de preparación sale al paso de los ritmos acelerados con los que vivimos. Una aceleración que el ambiente alimenta de forma inexorable: la recta final del trimestre trae enormidad de tareas que tenemos que hacer antes de…como si no hubiera vida más allá del 20 de diciembre, cuando el trimestre termine (¡si no ha terminado con nosotros antes!).
Por eso, siendo un tiempo de Dios, es un tiempo PARA Dios. Para entrar en el tiempo de la eternidad de Dios que se concreta en las horas y los minutos del camino de José y María buscando posada, y en nuestras horas y minutos detrás de tareas infinitas a terminar. Pero esas tareas pueden ser penitencia u oportunidad.
¿Y si dejamos que el tiempo infinito rompa la finitud de nuestros planes? ¿Y si Dios pudiera entrar en nuestro Ser y transformar por completo nuestras expectativas y previsiones?
Mirándolo así, tiene sentido desearnos un gran Adviento, ¿no creéis?
Enric Puiggròs SJ
2024 12 03 Infosj